La Casa de las Orquídeas · 2023

Puesta en escena “La Casa de las Orquídeas”
Deatres + Cuatro Casas + Susurradoras.
Performance # Acciones Poéticas # Proyecciones.
Sábado 22 de abril de 2023.
Simples notas en los márgenes…
En estas simples trazas intentamos reunir un puñadito de ideas que se fueron esbozando en conversaciones y encuentros entre cumpas del Deatres, Cuatro casas, Susurradoras; y, Lito Musuruana que ofrece su casa como espacio de laboratorio, acciones poéticas y proyecciones. Conversaciones y encuentros, que inicialmente se dieron de manera azarosa, en una comida con Lito M. y Paula Olivieri (Deatres), en la que junto con Raquel Minetti (Deatres, Susurradoras y Cuatro casas), Elisa Martinez y Vanina Dadone (Cuatro Casas) imaginamos esta puesta en escena en la que participarían cumpas de los tres proyectos. Esta idea se continuó trabajando con Raquel Minetti, Victoria Ferreyra y Paula Olivieri (Deatres); y, al tiempo, se hizo extensiva a los integrantes del Proyecto Deatres -agrupación que llevó adelante la organización de este encuentro en la Casa de las Orquídeas-; a cumpas de Cuatro Casas (@decuatrocasas) y de Susurradoras (@susurradoras_). Quien ofició de puente entre los tres proyectos, por ser parte de ellos, fue Raquel Minetti.
La idea de habitar el jardín de esta casa con acciones poéticas vinculadas, en un primer momento, con las prácticas de cultivo y cuidado de las orquídeas que despliega Lito en su cotidianeidad, se fue enlazando a otras ideas, en las que el gesto de contar, narrar, poetizar la vida, tendrían lugar. Se trataba entonces, de recrear un espacio y un tiempo otro, que hiciera sitio, a la posibilidad de compartir producciones de los tres proyectos, ya sean aquellas que se pudiesen imaginar en el marco del laboratorio, en una puesta teatral y/o en proyecciones de diferentes piezas audiovisuales. Fue una propuesta que tendía a resguardar algo del orden de lo íntimo. De manera que la invitación, era a quienes venían acompañando el devenir de estos proyectos y grupos que, por primera vez, se encontraban en La Casa de las Orquídeas, para compartir saberes, experiencias y producciones.
Dos imágenes, estaban diciéndose como en sordina a la hora de proyectar esta puesta en escena. La que ofrecía Diana Bellesi en su poema “He construido un jardín”. Poema que nos prestaba Victoria Ferreyra. Y, la pregunta que la artista Vallejos restituía de los estudios de Vinciane Despret: ¿Cuántos y qué verbos pueden hacer territorios?”. Registro que conversa con una obra en la que se presentan dibujos de un herbario cerquita de la idea de “Inventariar territorios”. Obra que nos convida Raquel Minetti.
He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos
dejarse ir para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.
Diana Bellesi.

Editorial Cactus, Bs. As.


Estas imágenes poéticas, también filosóficas se fueron enredando con otras historias narradas. Las de la obra “Morir, aullar, vivir” escrita por María Rosa Pfeiffer, que reúne una serie de piezas audiovisuales de mujeres invitadas a grabar o a filmar fragmentos de este manuscrito en tiempos de pandemia, desde sus espacios domésticos, prestando sus propias voces al texto. Y que, en la puesta en escena que compartiríamos en La Casa de las Orquídeas, tendría el matiz de una Performance del grupo Cuatro Casas, a través de la lectura dramática de la obra en vivo. Y, las que se materializaban en las piezas audiovisuales de la Colectiva de artistas “Susurradoras”, en las que también aparecen historias de vecindades que van labrando diferentes maneras de hacer mundos con gestos.
Al tiempo que se iban compartiendo estas piezas audiovisuales y teatrales se sucedieron una serie de conversaciones y encuentros con los cumpas del Proyecto Deatres y de los proyectos invitados a participar de esta puesta en escena. La necesidad de conocer el espacio de la Casa de las Orquídeas para seguir hilando ideas en relación a este proyecto, se fue entrelazando a otras acciones. La de realizar una serie de fotografías de las orquídeas florecidas que se proyectaría en uno de los momentos del encuentro. La de definir cómo se iba a hacer el montaje de las proyecciones de los diferentes proyectos. Probar luces y sonido. Ver dónde se iban desplegar las acciones teatrales o esa lectura dramática de la obra “Morir, aullar, vivir”. O, simplemente, imaginar el hilo poético que enlazaría a las producciones de los tres proyectos.
Devenir del Proyecto Casa de las Orquídeas.
La puesta en escena de la Casa de las Orquídeas, tuvo dos grandes momentos. Un primer momento que llamamos “Laboratorio Casa de Orquídeas” coordinado por Virginia Dilda y Nazareth Girardi (Orilla amarilla). Orientado especialmente a los integrantes del proyecto Deatres. Con el secreto designio de inventariar el patio, guardar, atesorar, coleccionar “los gestos verdes” que lo habitan. Y, en ese hacer colectivo, componer acciones poéticas.


Y, un segundo momento, en el que se presentarían pequeñas escenas que restituían acciones poéticas de cada uno de los proyectos. Las que ofrecía el Laboratorio Casa de las Orquídeas, con su colección de gestos verdes. Las que se dibujaban al hilo de la narración de esas mujeres que prestaban su voz, su andar, sus gestos y su manera de disponer el cuerpo en escena, para contar otras historias. Las que se desplegaban a través de una performance, reeditando el gesto de traslado de las orquídeas hacia un lugar de resguardo del frío, mientras se proyectaban imágenes de una variedad inmensa de especies sobre la superficie plana del orquidiario. Y, las que derivaban de las proyecciones de Susurradoras.


Propuesta Laboratorio Casa de Orquídeas.

Para quienes deseen participar del «Laboratorio Casa de orquídeas»… Desde la Orilla Amarilla proponemos armar la siguiente mochila exploradora-viajera con: Papeles varios, libreta o bitácora/ Marcadores/ Lápices/ Acuarelas/ Tijera/ Pegamento/ Cintas adhesivas, puede ser de papel/ Lupa/ Frasquitos, tubitos, cajitas y todo tipo de recipiente contenedor transparente (en diminutivo apelando a su tamaño) / Vestuario Color Lito. Vamos a inventariar el patio, guardar, atesorar, coleccionar «los gestos verdes» con los que nos encontremos en la casa. También les pedimos pongan alguna/s muditas de ropa de un color que pronto le vamos a decir.
Horario de llegada a la Casa de las orquídeas 10.30 hs. (Lo único del cronograma que compartimos 🤭). ¡Podemos coordinar si alguien va en auto a esa hora para ir juntos ya que estaremos cargadas, y recargadas! Pilas verdes (guiño), mates, hacer colectivo, fluir con el vientito del otoño. Amorosamente, Naza y Vir.
Laboratorio La Casa de las orquídeas.
Al inicio del laboratorio, nos encontramos algunos cumpas del Proyecto Deatres, con Yamile, quien inscribe sus recorridos de formación en la danza y en la música. Y, con Lito, ingeniero agrónomo y apasionado de las orquídeas también profesor nacional de buceo que ofrece su casa, para que el encuentro tenga lugar. Se dan las primeras conversaciones, en las que se comparten saberes y experiencias vinculadas al cultivo y cuidado de las orquídeas, pero también de las historias que cada una de estas especies viajeras, resguarda. Lito comenta que no se siente un coleccionista. Le apasionan las orquídeas, pero no para llevarlas a competencias ni para comercializarlas. Algunas son nativas. Otras exóticas. Todas le recuerdan las peripecias que tuvo que hacer para traerlas y el cuidado que tuvo que darles para que sobrevivan. Para él son una apuesta, una esperanza de vida y un recuerdo. Al inicio las traía de lugares de desmonte. Después se fueron sumando las que traía de los viajes de buceo. Ayer regreso de Palau. En la valija de buceo. En una bolsita de farmacia. Trajo estas dos, pequeñas, que estaban prendidas en un poste de luz, en uno de los lugares selváticos. No sabe si van a sobrevivir. Pero así llegaron muchas de las que hoy, están en el timbó, florecidas e inmensas.


Después de estos primeros intercambios, se explicitó el encuadre del espacio que llamamos laboratorio y sus posibles derivas, hacia lo que sucedería a la noche, en la puesta en la que se compartirían producciones de los tres proyectos. Y cuya invitación se hacía extensiva a amigos
de estas agrupaciones, pero también a vecinos y gente interesada en conocer estos proyectos.
Para algunos cumpas, el laboratorio no tenía por qué estar ligado a la inquietud por hacer obra. Si no había obra, no pasaba nada. Lo importante era el encuentro. Planteaban que el espacio no había sido pensado para responder a lo que se había imaginado como puesta en escena para el encuentro entre los tres proyectos, sino que seguía otro curso. Para otros, ese espacio de laboratorio que reunía a cumpas que habían propuesto hacer una performance para el encuentro de la noche, era un tiempo que se abría para pensar el sentido de esa acción poética en el devenir de la puesta en escena en la que se reunían producciones de los tres proyectos. Para pensar cómo se iban a articular las diferentes escenas o momentos, con el gesto de “hacer obra” desde lo que el paisaje y quienes lo habitan, nos daban a pensar y a sentir. Después de ese momento de intentar asir el sentido que nos enlazaba y distinguía a la vez, en unas y otras prácticas, se hizo lugar a la tarea de inventariar el patio. Coleccionar, guardar y atesorar los “gestos verdes” que lo habitan. También a la de imaginar y ensayar la performance con la que se daría inicio al encuentro de La Casa de las Orquídeas en esa tardecita anochecida de un día de otoño, como cualquier otro.
Un puñadito de ideas.
Entre unas y otras conversaciones, se decidió que las acciones se abrieran debajo del timbó, con la invitación a habitar ese espacio, a demorarse en el paisaje, a dejarse llevar por la poética de la instalación del Laboratorio; y, por la invitación a dibujar/pintar/estampar esos objetos reunidos ahí, como si fuesen una pequeña colección sensible de gestos verdes. Para luego movernos hacia el lugar donde iba a suceder la puesta teatral de Cuatro casas. A continuación de estas acciones en las que la lectura dramática de la obra “Morir, Aullar, Vivir” tenían lugar, junto a la proyección de las piezas audiovisuales de este proyecto, se producía un nuevo desplazamiento hacia el timbó, donde comenzaba la acción de descolgar las orquídeas que estaban al resguardo del timbó y hacer su traslado hacia el orquidiario; las dejábamos presentadas en un banquito iluminado, para hacer nuevamente una pausa y volver al lugar de las proyecciones, pero esta vez, siguiendo la narrativa de los cortometrajes de las susurradoras. Concluía esa puesta y regresábamos nuevamente al orquidiario, para hacer el gesto de guardar las orquídeas, desplegar el juego de luces y sombras desde su interior, y, hacer lugar a la proyección de las imágenes del Deatres sobre la superficie del orquidiario. Esa puesta se cerraba con la invitación a regresar al lugar donde se había iniciado el encuentro, para contar/reponer el sentido de lo que se fue produciendo en el laboratorio en la acción de reunir gestos verdes y en esa conversación con Lito que iba a contar detalles de la historia de las orquídeas y de su cuidado.
Primera escena:
Unos acordes y melodías empiezan a sonar. Unas mujeres caminan alrededor del espejo de agua, leyendo fragmentos del texto “Morir, aullar, vivir”, al tiempo que se proyectan otras imágenes y relatos audiovisuales sobre la superficie de una pantalla blanca dispuesta en el espacio abierto del patio. (Performance: María Rosa Pfeifer, Viviana Quaranta, Elina Golddack, Julia Torres, Huaira Basaber, Elisa Martinez y Vanina Dadone).
Unas conversaciones entre el gesto de “caminar”, “leer” quizás también “Morir, aullar, vivir”. Junto con las imágenes y relatos proyectados que se van sucediendo. Será necesario pensar ese contrapunto entre la acción poética de caminar y leer pasajes de la obra de María Rosa Pfeifer y la de proyectar imágenes y relatos de Cuatro Casas. La música continua. Hacia el final de la escena, va decreciendo. Se apagan las luces. Un silencio acompaña.
Segunda escena:
Vuelve a sonar tenue la música. Mientras, las luces de unas linternas, se encienden en las entrañas de la noche. Buscan e intentan seguir los movimientos danzados de quienes transportan las orquídeas hacia el orquidiario. Los gestos y la música se entremezclan. Y se hace sitio a la performance de Vicente Distefano, Cristina Aimaretti, Yamile Salzman; y, de quienes quieran sumarse a la puesta.
La acción de acompañar el traslado de las orquídeas al invernadero donde transitarán el invierno, puede tener el tono de otros viajes metafóricos y poéticos. En esta acción, se hacen presentes los saberes y experiencias de Lito, quién nos señala algunas de las orquídeas o “especies viajeras” (como nos gusta llamarlas por la historia de sus procedencias) que están al resguardo del timbó; y, que, ese mismo sábado, serán llevadas al orquidiario para protegerlas del frío. En esta escena hizo falta definir de qué manera se iban a disponer en ese otro espacio.
Ese gesto de trasladar las orquídeas que estaban al resguardo del timbó hacia el orquidiario, iba a ser acompañado/acompasado con una voz que va cantando bajito, con unos acordes musicales que se entremezclan al tiempo que se hacen esos tránsitos o con el gesto de compartir la poética de Estela Figueroa. Ese hilo de voz o de voces, esa tonada que suena de lejos, o la lectura de un poema, podrían enlazar las diferentes escenas.
Mientras esa acción poética se despliega, la superficie plana y gris del Orquidiario, comienza a poblarse con las imágenes de las orquídeas que registró Aldana Mestre (Deatres).
En esta segunda escena, entonces, se suceden diferentes viajes metafóricos, el del traslado de las orquídeas, el de una melodía o poesía que acompaña el gesto, el de las imágenes que se proyectan sobre lo gris. Imaginamos que esa “cancioncilla” que se reitera, una y otra vez, casi como un susurro de otro tiempo, podía ser un fragmento de la pieza sonora de Cuatro Casas; que de alguna manera restituya las historias de esa puesta en escena. Ese apenas voz que canta hasta confundirse o perderse en el registro de la música abre la última escena.
Tercera escena:
Se abre entonces la tercera escena. Que transcurre en ese espacio abierto del patio, en el que se despliega esa superficie blanca con la proyección de los cortometrajes de las susurradoras. Un grupo de mujeres, distintos lenguajes que se encuentran para una producción animada en papel.
Y otras imágenes poéticas seguían diciéndose como en sordina.
Préstamo de Viviana Quaranta.
La enamorada del muro.
I
La enamorada del muro
no sabe cómo es el muro.
pero seguro siente su humedad
cuando ha llovido.
Su aridez
en tiempo seco.
La enamorada del muro
depende del muro.
A él se aferra.
Si el muro se cae
ella se desparrama
como una cabellera sin cabeza.
A veces es tímida
y cubre sólo la base
como una mujer arrodillada
que abraza las piernas de un hombre.
Y a veces –qué deseo
y qué orgullo caben en ella–
cubre no sólo el muro
sino toda la casa.
II
Todo amor nace
a partir de una pequeña confusión.
Nadie puede decir con certeza
si es el muro el que sostiene a su enamorada
o es la enamorada
la que sostiene el muro.
Y todo amor crece
a partir de pequeñas carencias:
La enamorada del muro no florece.
Tampoco el muro.
III
Visto desde afuera
la impresión general es de una gran belleza.
¿Pero quién puede alejarse para mirar
cuando está enamorado?
El muro no ve el hermoso conjunto.
Ve pequeños tentáculos
que se clavan en él.
La enamorada ve el muro descarnado.
“El es el hueso que me da forma.
Yo soy la carne que le da vida”.
IV
Vampiro en el jardín
Ningún jardinero
la recomendaría.
La enamorada del muro
tan pródiga con el muro
tiene un rol muy cruel en el jardín.
Está en su naturaleza apropiarse
de toda la humedad del terreno.
De modo que mientras ella se expande
y se demora tiernamente en el abrazo
las otras plantas mueren.
¿Qué puede importarle?
Una mujer enamorada es capaz
de atravesar sin ver una ciudad bombardeada.
Los ojos fijos en los labios de su amor.
No hay culpa
en la pasión.
“No permitiré que nada
ni nadie
te haga daño
amor mío”
V
En sí misma
Sólo una loca pudo
enamorarse de un muro.
Un muro no habla.
No escribe cartas.
No florece.
Cubierto totalmente por las hojas
deja de ser visible.
hasta se puede dudar de su existencia.
“No es eso
hija
lo que te enamora.
No es muro.
Es tu esplendor”.
Estela Figueroa
No es para hablar de mí que escribo
de la glicina: cayó
su lluvia ligera
azul–
violácea–
celeste.
No es para hablar de la glicina
que la comparo con una lluvia
y adjetivo esa lluvia.
Es para detener este momento nocturno:
la casa en calma
y los pensamientos que ennoblecidos velan
por un ordenamiento
que lo abarque todo.
Estela Figueroa.
Laboratorio








Acciones Poéticas




Proyecciones






